Translate

viernes, 28 de junio de 2013

Pinocho

Este cuento enseña la importancia de obedecer a los mayores.



Erase una vez en una vieja carpintería, Geppetto, un señor amable y simpático, terminaba más un día de trabajo dando los últimos retoques de pintura a un muñeco de madera que había construído este día. Al mirarlo, pensó: ¡qué bonito me ha quedado! Y como el muñeco había sido hecho de madera de pino, Geppetto decidió llamarlo Pinocho.

Aquella noche, Geppeto se fue a dormir deseando que su muñeco fuese un niño de verdad. Siempre había deseado tener un hijo. Y al encontrarse profundamente dormido, llegó un hada buena y viendo a Pinocho tan bonito, quiso premiar al buen carpintero, dando, con su varita mágica, vida al muñeco.

Al día siguiente, cuando se despertó, Geppetto no daba crédito a sus ojos. Pinocho se movía, caminaba, se reía y hablaba como un niño de verdad, para alegría del viejo carpintero. Feliz y muy satisfecho, Geppeto mandó a Pinocho a la escuela. Quería que fuese un niño muy listo y que aprendiera muchas cosas. Le acompañó su amigo Pepito Grillo, el consejero que le había dado el hada buena.

Pero, en el camino del colegio, Pinocho se hizo amigo de dos niños muy malos, siguiendo sus travesuras, e ignorando los consejos del grillito. En lugar de ir a la escuela, Pinocho decidió seguir a sus nuevos amigos, buscando aventuras no muy buenas. Al ver esta situación, el hada buena le puso un hechizo.

Por no ir a la escuela, le puso dos orejas de burro, y por portarse mal, cada vez que decía una mentira, se le crecía la nariz poniéndose colorada. Pinocho acabó reconociendo que no estaba siendo bueno, y arrepentido decidió buscar a Geppetto. Supo entonces que Geppeto, al salir en su busca por el mar, había sido tragado por una enorme ballena.

Pinocho, con la ayuda del grillito, se fue a la mar para rescatar al pobre viejecito. Cuando Pinocho estuvo frente a la ballena le pidió que le devolviese a su papá, pero la ballena abrió muy grande su boca y se lo tragó también a él.

Dentro de la tripa de la ballena, Geppetto y Pinocho se reencontraron. Y se pusieran a pensar cómo salir de allí. Y gracias a Pepito Grillo encontraron una salida. Hicieron una fogata. El fuego hizo estornudar a la enorme ballena, y la balsa salió volando con sus tres tripulantes. Todos se encontraban salvados.

Pinocho volvió a casa y al colegio, y a partir de ese día siempre se ha comportado bien. Y en recompensa de su bondad el hada buena lo convirtió en un niño de carne y hueso, y fueron muy felices por muchos y muchos años.

FIN

Los tres cerditos


Este cuento enseña la importancia de dedicarle tiempo y esfuerzo hasta a las cosas más cotidianas.



En el corazón del bosque vivían tres cerditos que eran hermanos. El lobo siempre andaba persiguiéndoles para comérselos. Para escapar del lobo, los cerditos decidieron hacerse una casa. El pequeño la hizo de paja, para acabar antes y poder irse a jugar.
 El mediano construyó una casita de madera. Al ver que su hermano pequeño había terminado ya, se dio prisa para irse a jugar con él.El mayor trabajaba en su casa de ladrillo.- Ya veréis lo que hace el lobo con vuestras casas- riñó a sus hermanos mientras éstos se lo pasaban en grande.El lobo salió detrás del cerdito pequeño y él corrió hasta su casita de paja, pero el lobo sopló y sopló y la casita de paja derrumbó.El lobo persiguió también al cerdito por el bosque, que corrió a refugiarse en casa de su hermano mediano. Pero el lobo sopló y sopló y la casita de madera derribó. Los dos cerditos salieron pitando de allí.Casi sin aliento, con el lobo pegado a sus talones, llegaron a la casa del hermano mayor.Los tres se metieron dentro y cerraron bien todas las puertas y ventanas. El lobo se puso a dar vueltas a la casa, buscando algún sitio por el que entrar. Con una escalera larguísima trepó hasta el tejado, para colarse por la chimenea. Pero el cerdito mayor puso al fuego una olla con agua. El lobo comilón descendió por el interior de la chimenea, pero cayó sobre el agua hirviendo y se escaldó.Escapó de allí dando unos terribles aullidos que se oyeron en todo el bosque. Se cuenta que nunca jamás quiso comer cerdito.
FIN




sábado, 22 de junio de 2013

Ada, la cebrita desconfiada

Este cuento trata el valor de la amistad y la importancia de aceptar a los demás a pesar las diferencias, valorar esa diversidad para un enriquecimiento mutuo.







La cebrita ada es buena y bonita. Pero no se sabe por qué tiene miedo de juntarse con otros animales que no sean cebras. No le gustan, aunque su mamá siempre le dice que es lindo tener amigos diferentes, siempre y cuando sean buenos. Ada es muy juguetona. Salta, persigue mariposas, corre carreritas con sus hermanas cebras. Tanto que un día se entusiasmó muchísimo y se revolcó en el barro, con el lomo en el suelo y las cuatro patitas galopando en el aire. Se divirtió tanto que no oyó cuando llamaron a todas las cebritas para que volvieran a casa. Su mamá, muy enojada, la fue a buscar al caer la tarde y no tuvo tiempo para lavarse. Ada estaba tan sucia que no se le veían las rayas blancas. Al otro día, muy temprano, la cebrita se fue al río para bañarse antes de que todos la vieran tan sucia. Y en el camino, se cruzó con un cabalito blanco, que muy alegre le preguntó: "¿A dónde vas tan temprano, yegüita negra?". Ada miró alrededor buscando a la yegüita negra... y de pronto se acordó de sus rayas blancas tapadas con baro. ¡La que parecía una yegüita negra es ella! y el caballito blanco le dijo: "¡Qué suerte que te encontré! ¿Quieres ser mi amiga?". A la cebrita le gustó el caballito. Sin pensarlo mucho, se puso a jugar, a saltar, a correr mariposas y todo le pareció más lindo porque estaba con su nuevo amigo. Pero sucedió que, cuando estaban en lo mejor del juego empezó a llover. Y llovió y llovió. La lluvia lavó a Ada y el caballito blanco vio que era una cebra. "¿Por qué no me lo dijiste?" -preguntó. "Porque pensé que a lo mejor no querrías jugar conmigo si sabías que era distinta..." -contestó Ada. El caballito sacudió la cabeza. "No sabes que lindo es tener amigos diferentes de mi? me encanta tener una amiga con rayas...". Ada y el caballito blanco siguen siendo muy amigos. Él, de vez en cuando, juega a ser cebra: se pinta rayas con barro y los dos se ríen mucho.


FIN


Escrito por:
Silvina Reinaudi


El sapo de la laguna

Este cuento trata el valor de la amistad, aceptar los errores propios y perdonar.








Había una vez un sapo verde con manchas amarillas, que se llamaba Sapón, que estaba muy contento por que vivía en una laguna rodeada de árboles llenos de hojas que se caían al agua y él las usaba para pararse encima y no mojar sus patitas y comer moscas y gusanitos.
Pero un día apareció en la laguna Rey que era un enorme león malo y grande, con ojos chiquitos y enormes y filosos dientes, con muchas ganas de comerse a Sapón; Sapón grito, grito, y grito hasta que por fin alguien lo escuchó, era nada mas y nada menos que el dinosaurio Cuello Largo, quien rápidamente corrió en su ayuda y con todas sus fuerzas le pegó con su cola a Rey.
A Rey le dolió tanto ese golpe que se fue caminando despacito a su casa, pero con tanta mala suerte que en el camino se tropezó con la abeja Aguja, quien tambien le dio su merecido pinchándole la cola.
Rey lloró tanto, tanto, tanto que despertó a palito el chanchito dormilón, que enseguida fue a ver que pasaba, y cuando llego y entro a su casa ¡¡¡¡¡ahhhhh!!!!!, ¡¡¡¡¡que horror!!!!!, Rey tenia la cola hinchada, entonces Palito le preguntó: ¿qué te pasó?, ¿quién te hizo eso?, Rey le contestó que Cuello Largo le había pegado muy fuerte con su cola y que Aguja le había pinchado la cola, entonces Palito se animo y le volvió a preguntar: pero...¿por qué todos los animales están tan enojados con vos?, Rey se puso colorado y le dijo que él sí había querido comer a Sapón. Ah, ya, ya entiendo
Cuello Largo y Aguja lo defendieron, bueno a mi me parece que tenes que ir a pedir perdón a Sapón, si querés yo te acompaño a la laguna, ¿vamos?, peeero ¿no me van a pegar entre todos otra vez?, no, yo te prometo que no, dijo muy seguro Palito.
Y así fue como Palito y Rey caminaron juntos hasta la laguna. Cuando llegaron estaban: Cuello Largo, Aguja y Sapón, que al verlos, los tres se miraron, pero rápidamente Rey exclamó perdón Sapón, perdón, lo que sucede es que yo tengo muchas ganas de comer cualquier cosa y Sapón se veía tan rico...¡pero Hombre!, dijo cuello largo si lo que tienes es hambre entre todos podemos preparar una rica comida, ¡que tal !, si , si, si, yo traigo la miel, dijo Aguja, y nosotros algunas plantas muy sabrosas, dijo Cuello Largo, y yo preparare la mesa, dijo Rey.
Así todos disfrutaron un hermoso almuerzo en la laguna....... 
FIN
Escrito por 
Marcela Gil


Pescadito: Aprendiz de valiente

Este cuento trata el valor de la importancia de obedecer a los mayores y de no mentir.



En lo más profundo del mar vive una familia de besugos formada por Papá Besugo, Mamá Besugo, Benjamín y Pescadito; Benjamín es aún un bebé y apenas si sabe nadar, pero Pescadito ha cumplido ya cuatro años y empezará pronto a ir a la escuela.
- Pescadito - decía mamá besugo - la semana que viene empezarás a ir a la escuela como los demás pececitos de tu edad.
- ¡Pero si yo no necesito ir a la escuela mamá !, aprendo mucho más cuando me voy a nadar con el abuelo.
- Ya sé que aprendes muchas cosas con el abuelo, pero en la clase te enseñarán muchas mas y así podrás pronto ser un pez mayor.
Pescadito no parecía estar muy convencido, pero si su mamá se lo había dicho tendría que obedecer.
El lunes siguiente, mamá besugo despertó a Pescadito mucho más temprano que otros días.
- ¿ Por qué me despiertas tan pronto? aún no ha salido el sol.
- Ya lo se, pero hoy es tu primer día de escuela y tienes que ir bien arreglado para que la maestra no piense que eres un pececito descuidado,
Después de vestirse, peinarse y tomar un sabroso desayuno, Pescadito se fue a la escuela.
- ¡Buenos días pequeño ! - saludó la maestra - siéntate ahí junto a la Pequeña Ostra.
La clase había comenzado, Pescadito no prestaba demasiada atención y se dedicaba a hablar con su nueva amiga.
- Yo no necesito estudiar, ya se todo lo que hay que saber sobre el mar, mi abuelo me lo ha enseñado.
- Entonces  ¿qué haces aquí? - preguntó la Ostra.
- Es que mi mamá me lo ha mandado, pero. creo que la voy a engañar y mañana en lugar de venir a la escuela me iré en busca de aventuras.
 
 - No debes hacer eso, te podrás perder.
- Yo no me pierdo, soy muy listo - dijo Pescadito.
- Y cuando la maestra pase lista y pregunte por tí, ¿qué le voy  a decir?
- Tu le dices que no sabes nada.
Tal y como había dicho Pescadito, a la mañana siguiente cuando se despidió de su mamá se fue por el camino contrario al de la escuela en busca de aventuras.
Después de nadar un buen rato, el pequeño se sintió cansado y decidió hacer un alto en el camino.
- Descansaré aquí sobre esta Estrella de Mar que está dormida, espero que no le importe.
Pero cuando la estrella se despertó.
- ¿ Qué haces aquí, acaso  has pensado que soy una cama ?
- Lo siento mucho señora estrella pero pensó que como estaba dormida no le importaría.
- ¡Pues claro que me importa, vamos, vete de aquí ahora mismo !
La primera parada de Pescadito no había sido muy afortunada, así que decidió intentar descansar en otro lugar.
- Espero encontrar un sitio cómodo donde descansar, tal vez encuentre un Caballito de Mar que me deje sentarme en su lomo..
Pero como el pobre pececito no encontró ningún Caballito de Mar ni ningún otro sitio apropiado para descansar decidió volver a casa.
La vuelta se le estaba haciendo demasiado larga, no recordaba haber nadado tanto, ¿ se habría equivocado de camino..?
- Me parece que me he perdido - se lamentaba Pescadito - eso me pasa por escaparme y desobedecer a mamá, ¿ qué voy a hacer ahora ?
Nuestro pequeño amiguito estaba muy asustado, no sabía volver a casa y por allá no había nadie a quien pedir ayuda.
Por fin llegó al final del camino y se encontró con la entrada de una cueva.
- ¿ Qué habrá en esta cueva ?; tal vez sea un túnel.
Pero Pescadito estaba equivocado, no se trataba de un túnel, sino de una verdadera cueva donde habitaban los peores peces del fondo del mar.
- Esto está muy oscuro, pero no importa, no tendré miedo, seguiré nadando hasta llegar al final y encontrar la salida.
- No encontrarás la salida - dijo un enorme pez negro que pasaba por allá - nunca mas podrás salir de aquí.
- ¿ Quién eres ? - preguntó Pescadito un tanto asustado.
- Soy un Bonito Negro, y llevo aquí ya muchos años, un día entré aquí igual que tú, y todavía no he conseguido encontrar la salida.
- Pero podemos dar la vuelta y salir por donde entramos.
- No podrás, la corriente no te deja nadar hasta la salida, una vez que has entrado ya no puedes volver atrás.
- Pero si sigues nadando llegarás a alguna parte......
- Claro que sé, pero no debes llegar nunca, te encontrarás con el palacio del Gran Tiburón.
- ¿ El Gran Tiburón......?
- Sí,   vive ahí desde hace mucho tiempo y no permite que se acerque nadie, además a lo largo del camino hay guardianes malvados que intentarán capturarte.
- No me importa - contestó Pescadito - mi abuelo dice que soy muy valiente, y por eso no tendré miedo del  Gran Tiburón.
- Como quieras - contestó el Bonito - pero ve con mucho cuidado.
- No te preocupes Bonito, no me pasará nada, y no te marches muy lejos porque cuando encuentre la salida volveré a buscarte.
Pescadito emprendió el camino en busca de la salida convencido de que sería como jugar al escondite, pero según iba nadando, la cueva se iba haciendo más estrecha y oscura.
El pequeño empezó a sentir miedo, y decidió coger un trocito de roca de coral por si acaso necesitaba defenderse.
Pasado un buen rato, Pescadito detuvo la marcha.
- ¡Uf..., estoy muy cansado !, este camino es muy largo; espero llegar a casa antes de cenar para que mamá no se entere de que no he ido a la escuela.
Tan cansado estaba Pescadito que se quedo dormido, pero no le duró mucho el sueño porque fue despertado por unos ruidos muy extraños.
- ¿ Será el Gran Tiburón quien hace esos ruidos...?, me esconderé por si acaso.
Pero antes de que le diera tiempo a esconderse, fue atacado por un enorme Pulpo.
- ¡Suéltame ..! - gritaba Pescadito - déjame seguir mi camino.
El Pulpo no hacía caso de los ruegos de Pescadito; era uno de los guardianes del gran tiburón y quería impedir que el pececillo siguiera adelante.
Los tentículos del Pulpo empezaban a ahogar a Pescadito, tenía que intentar hacer algo para salvarse, ¿pero qué...?, fue entonces cuando se acordó de la piedra de coral que había cogido. La sacó de su cartera y se la metió al Pulpo en la boca; éste, como si se hubiera tragado una aceituna, empezó a toser y al quedarse sin fuerzas soltó a Pescadito, que salió nadando a toda velocidad para esconderse entre unos matorrales de algas.
- ¡Qué susto, casi me ahoga !, menos mal que he conseguido escapar, pero de momento voy a quedarme aquí escondido hasta que se marche el Pulpo.
Pasado un ratito, el pececillo decidió salir de su escondite y continuar la marcha.
- Estoy teniendo mucha suerte, espero no volverme a encontrar con ningún guardián más.
Pero lo que no sabía nuestro amigo es que se estaba acercando al final del camino.
- Allá se ve luz, seguramente es la salida, pero de todas formas andaré con cuidado por si se trata de una trampa.
Poco a poco Pescadito se fue acercando a la luz, y se encontró con un gran trono de cristal en una inmensa sala rodeada de bellos tesoros, pero solo uno de ellos le llamó la atención, ¡Era la llave del túnel !  
- Por fin encontró la salida - exclamó el joven besuguito - ya puedo salir de este horrible lugar.
Sin pensárselo dos veces Pescadito cogió la llave y empezó a nadar hacia la salida, pero cuando casi había llegado, apareció el gran tiburón.
- Nunca podrás salir de aquí - dijo el tiburón.
- Claro que sí, si he conseguido llegar hasta aquí, conseguiré salir.
- Nadie ha podido hacerlo hasta ahora.
Pescadito estaba muy asustado, ya no se sentía tan valiente como otras veces. No sabía que hacer, tan solo podía intentar escapar, pero cuando lo intentó, el Gran Tiburón le atacó ferozmente hiriéndole en una de sus aletas.
Afortunadamente su amigo, el Bonito Negro, le había seguido, y al ver que el Tiburón le atacaba, se puso a luchar con el hasta que consiguió, dándole un fuerte golpe, enviarle contra unos corales en los que quedó atrapado.
- ¡Bonito negro...! - decía entre lágrimas Pescadito - me has salvado la vida, muchas gracias.
- Debí enfrentarme con el hace tiempo, pero nunca tuve valor, ahora podremos salir todos de aquí y volver a ser libres.
- Eres muy valiente Bonito, me gustaría ser como tú cuando sea mayor.
- ¡Pero si tu dices que ya eres mayor !
- Si, pero estaba equivocado; mi mamá tenía razón, debo ir a la escuela como los demás pececitos para aprender muchas cosas que todavía no se.
Por fin Pescadito se convenció de que debía obedecer a su mamá, y como había decidido ser bueno, le contó a su madre todo lo que le había pasado cuando llegó a casa a la hora de cenar. 
 FIN 
  
Escrito por:
Beatriz López Puertas 

Asamblea en la carpintería

Este cuento trata el valor de la cooperación y de que con las potencialidades que cada uno tenga puede aportar algo muy valioso.





Cuentan que en la carpintería hubo una vez una extraña asamblea. 
Fue una reunión de herramientas para arreglar sus diferencias. 
El martillo ejerció la presidencia, pero la asamblea le notificó que tenía que renunciar. 
¿La causa? Hacía demasiado ruido!.
Y, además, se pasaba el tiempo golpeando.
El martillo aceptó su culpa, pero pidió que también fuera expulsado el tornillo; dijo que había que darle muchas vueltas para que sirviera de algo. 
Ante el ataque, el tornillo aceptó también, pero a su vez pidió la expulsión de la lija.
Hizo ver que era muy áspera en su trato y siempre tenía fricciones con los demás. 
Y la lija estuvo de acuerdo, a condición de que fuera expulsado el metro que siempre se la pasaba midiendo a los demás según su medida, como si fuera el único perfecto. 
En eso entró el carpintero, se puso el delantal e inició su trabajo. 
Utilizó el martillo, la lija, el metro y el tornillo. Finalmente, la tosca madera inicial se convirtió en un fino mueble. 
Cuando la carpintería quedó nuevamente sola, la asamblea reanudó la deliberación. 
Fue entonces cuando tomó la palabra el serrucho, y dijo:
- "Señores, ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades.
Eso es lo que nos hace valiosos. Así que no pensemos ya en nuestros puntos malos y concentrémonos en la utilidad de nuestros puntos buenos". 
La asamblea encontró entonces que el martillo era fuerte, el tornillo unía y daba fuerza, la lija era especial para afinar y limar asperezas y observaron que el metro era preciso y exacto. 
Se sintieron entonces un equipo capaz de producir muebles de calidad. Se sintieron orgullosos de sus fortalezas y de trabajar juntos. 


FIN

T.G.W. Lab. Corp.


El árbol de las risas

Este cuento trata el valor de la alegría y la importancia de dar y recibir.





Esta historia comienza así: hace muchos años existía un famoso pueblito, alejado de la ciudad, llamado Glabilú. En el medio de la única placita que tenía, había un árbol, con hojas grandes, chicas, medianas, verdes, rojas, amarillas, celestes y muchos colores más. No sólo era hermoso, sino que regalaba sonrisas a toda la gente.
Cada vez que alguien se sentía un poquito triste, se iba hasta la plaza, se acercaba al árbol y automáticamente se empezaba a reír. Para los chicos, Risitas, que así lo llamaban a su árbol, era un amigo más. Esperaban ansiosos que llegara la tarde para poder ir a jugar junto a él. Se trepaban en sus ramas, le cantaban canciones, se divertían mucho. 
Una noche, el Señor Gogó, que era del pueblito vecino, fue hasta la placita. Miró para todos lado, se fijo que no hubiese nadie, y se acerco al árbol en puntitas de pie. Era un hombre muy malo y serio, y no le gustaba que sus vecinos siempre estuvieran alegres. Entonces, empezó a arrancarle las coloridas hojas a Risitas y a patearle su tronco ¡con mucha bronca!. El pobre árbol empezó a reír cada vez menos... hasta dejarlo de hacer por completo. Y cuando lo hizo, el Señor Gogó se fue satisfecho a su pueblo.
A la mañana siguiente el árbol amaneció enfermo, casi muerto. La gente se puso muy triste cuando lo vio, y la risa desapareció de sus caras. Entre ellos se miraban y se preguntaban: ¿qué le habrá pasado? ¿quién lo lastimó?. Se pusieron a juntar sus hojitas, a cuidarlo, a regarlo, pero Risitas seguía igual. Hasta que un día, decidieron que la forma para curarlo era darle lo mismo que el siempre les dio a ellos: RISAS. Se juntaron todos, hicieron una ronda alrededor del árbol, se agarraron de las manos y empezaron a reír. Y rieron cada vez más fuerte, tan fuerte que hasta la tierra comenzó a vibrar. Risitas empezó a tomar vida, le volvieron a salir sus coloridas hojas y con ellas, su alegría. Empezó riéndose bajito, casi no se lo oía, pero terminó riéndose tan alto que hasta contagió al Sol. Comenzaron a crecer muchas y muchas flores a su alrededor y se formó un arco iris, el más bello que habían visto en toda su vida. 
La risa empezó a contagiar a los pueblos vecinos y llegó hasta la casa del Señor Gogó, y sin darse cuenta, de sus labios, comenzaron a salir risas.


FIN
Escrito por
Mariana Ramos